Desde las fechas anteriores no hemos encontrado más noticias hasta 1521, año en que se repartieron quince picas (lanzas) entre sus habitantes como contribución a la lucha comunera contra el emperador Carlos I, lo cual da una idea de la escasa envergadura de la población.
Cuando Felipe II, en 1561, instaura la capitalidad en Madrid, imprime un gran impulso a toda la comarca, fomentando las rutas que comunican con ella, que para COSLADA, se centran en el camino Real de Manzanares.
En 1576 COSLADA figuraba como aldea de Madrid en el reino de Castilla, acudiendo para los repartimientos a Madrid de la que distaba dos leguas, y para apelar pleitos a la Chancillería de Valladolid, a 30 leguas. Pertenecía al arzobispado de Toledo y arciprestazgo de Madrid y en su parroquia se veneraba a San Pedro y San Pablo. La iglesia era exenta, y junto a ella se agrupaban algunas casas, unas con techo de paja y otras de tierra cubiertas con madera y encima teja, en las que vivían entonces 30 vecinos o familias, que fueron disminuyendo: “Todos campesinos menos dos, padre e hijo, que presumían de hidalgos, pero sin poder probarlo”.
Coslada no tenía molino propio, debiendo desplazarse al de Torrejoncillo de la Ribera, que era propiedad del Conde de Barajas, al que pertenecían también la ribera, los peces y las anguilas del río.
Tampoco las tierras eran de sus habitantes, sino del noble que las arrendaba, disponiendo que el trigo y cebada producidos se llevase a Sevilla para posteriormente embarcarlo a un navío y hacerlo llegar a las Indias. De allí vendría cargado de riquezas con destino a las arcas nacionales, de las que una pequeña parte redundaría en su beneficio. La paja sobrante iba destinada a Madrid. También tenían un poco de ganadería lanar y algo de caza. La leña, por el contrario, escaseaba, debiendo ir a buscarla al Real de Manzanares, a ocho leguas.
Florecimiento y declive
A pesar de todo, conoció un cierto florecimiento económico y demográfico que sería breve, según se deduce de los libros parroquiales, que se conservan desde 1584. Su declive se debe, al igual que el resto de las poblaciones de dicha época, al azote de la peste y otras epidemias, unido a las guerras estériles que se desarrollaron durante todo el siglo XVII.
Se producen asentamientos agrícolas. No así ganaderos, a pesar de que ya la Cañada Real Merina pasaba por Coslada. Y a pesar de una incipiente presencia comercial, sigue siendo un municipio de pocos recursos económicos que no favorecen el crecimiento de la población.
La venta en el puente de Viveros (el actual barrio de la Estación) era camino obligado de Madrid a Toledo, que había sido la capital de España anteriormente, ya es citada en “El Buscón” de Quevedo.